Paz


Hace muchísimo tiempo, existió una mujer 
de gran ejemplo para todas nosotras como cristianas, 
no importa la edad.
Joven o adulta.. ¿Qué Más Da?



Conozco a una hermana que es demasiado servicial, y cuando digo demasiado, me refiero a que sale de su zona de confort y va más allá de lo normal cuando se trata de servir.
Ella no puede saber que estás triste, o se te acabó el gas, o no tienes tortillas porque inmediatamente te cubre las necesidades que ella sabe de ti.

La mujer de la que hablo, y la que te digo que hace mucho tiempo existió, era solícita. Esta clase de mujeres, se deleitan al apoyar a los demás a realizar algún proyecto; les encanta ser de las que pusieron su granito de arena en tal o cual actividad. La sensación que sienten en su interior, va más allá de lo que sus labios pueden expresar.
Yo les he preguntado a las jóvenes de mi congregación cuando se les reconoce su servicio y las virtudes de ellas en la obra de Dios:
-¿Qué sentiste?
Y la respuesta de ellas siempre es la misma...
-Bonito, hermana.
No es que sean egoístas con sus palabras, sino que definitivamente la satisfacción sentida, es algo que no se puede decir.

Esta mujer tenía espíritu de servicio, ese don tan maravillo que Dios concede a algunos de sus hijos (un gran número). Al ver que un varón de Dios pasaba siempre por su casa, su mente no quedó quieta, comenzó a pensar, meditar, en qué podía ayudar ella. Así que imagino a esta mujer meditando tal vez un día, medio día, minutos, no lo sé; pero al tener la chispa de idea, no quedó paralizada, sino que fue con su marido y le expresó su sentir y su demanda.
Le hicieron un aposento de paredes al varón de Dios.
Cuando él reconoció la solicitud de ella, le preguntó si deseaba alguna cosa, tal vez hablar ante el rey de alguna petición que ella hiciera, o tal vez hablar ante el general del ejército sobre alguna necesidad... pero ella no le pidió nada!!! Sorprendente no?
He escuchado alguna vez por ahí:
-Le mandé unos tamalitos a la vecina porque ella me envió unos taquitos al vapor que hizo la vez pasada.

¿Qué piensas de lo anterior?
Aquella mujer sin pedir nada a cambio obtuvo una gran bendición que aunque la biblia no lo describe, imagino que lo anhelaba (ella no tenía hijos y su esposo era viejo), pues en aquel entonces, la mujer que no tuviera hijos, era menospreciada.
Al pasar el tiempo, ella tuvo su bebé. Y creció, no dice cuántos años tenía pero ya podía hablar puesto que le un dolor tremendo de cabeza que gritó: Ay mi cabeza, mi cabeza!
Su hijo murió...
Ella lo tuvo en sus rodillas hasta que murió. Fue y lo puso en el aposento del varón de Dios y le pidió a su marido que enviara a algunos criados con ella para ir a buscar al varón de Dios.
Su esposo le preguntó para qué iba a ir a verlo. Qué dolor tan grande es la muerte de un hijo. Y más doloroso aún, el único hijo. Al que tuvo en la vejez de su esposo cuando ya no había esperanza alguna. Si yo fuera, hubiera elevado mi voz, y tal vez se convertiría en falta de respeto al tratar de explicarle a mi esposo que iba en busca de aquel varón para que viniera a revivir a mi hijo. Tal vez hubiera gritado como loca y hubiera dicho..
-Cómo que para qué voy a ir en busca de él? Acaso no ves que mi hijo ha muerto? No te importa verdad?

La respuesta de ésta mujer fue:
-Paz

Tú que te encuentras en agobio, tal vez en agonía del alma o amargura, no te quedes ahí. Haz lo que esta mujer hizo, ir en busca de paz. Pues sabía que aquel varón era de Dios, y la fuente de su tranquilidad solo provenía de Dios.

Por: Yessi Rendón

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